Tema y resumen Mi padre era tímido, introvertido y de naturaleza melancólica, pero eso no quiere decir que fuera triste. Detestaba cualquier tipo de solemnidad, también la de la tristeza. Su principal obsesión, cabe decir, era la de ser feliz. Albergaba múltiples dudas acerca de sí mismo y estaba en permanente liza con ellas, pero con el mismo ahínco buscaba la distracción, dejarlas a un lado. El humor era su herramienta, el territorio en el que mejor se movía. Lo utilizaba para cauterizar situaciones potencialmente conflictivas, para hurtarse a la mirada de los otros, para salir airoso en sociedad, para demandar afecto, para darlo, para juzgar el mundo. También para defenderse. Cuando se lo acorralaba y se lo forzaba a entrar en una conversación espinosa, su manera de evitar el golpe era en primera instancia un comentario humorístico. Era su forma de pedir perdón y obtenerlo antes de llegar a un callejón sin salida. Era su forma de darse tiempo, si el cerco se estrechaba, antes del estallido, pues su incapacidad para el diálogo, si se veía cuestionado, con frecuencia derivaba en arranques de cólera.
Como evitaba el primer plano, sus bromas no eran histriónicas, no buscaban el colofón de una carcajada. Prefería emplear la ironía, una ironía que podía llegar a ser demoledora a la hora de hablar de cosas que realmente le importaban, y con más frecuencia aún, cuando estaba en confianza, de la autoironía, como cuando imitaba la voz de un niño para hacer sus demandas de amor o responder a las que le hacíamos a él.
Creo que lo que escondía era un acentuado, paralizador, sentido de la dignidad. Había muchos rasgos de su carácter que lo avergonzaban, empezando por el sentimentalismo, y todo su afán era taparlos, que el ojo ajeno no los descubriera. Por eso evitaba las conversaciones demasiado cargadas emocionalmente, porque temía que su verdadero ser aflorara en ellas, que se le escapara una lágrima o que un comentario fuera llevándole a otro hasta acabar diciendo lo que no querría. En realidad, lo que más le avergonzaba, y lo que su agudizado sentido de la dignidad más se empeñaba en ocultar, era que se tenía por un ser débil. El sentimentalismo lo consideraba parte de esa debilidad, en unión de otras que solo soy capaz de intuir. La principal de todas: su falta de brío ante las cuestiones prácticas de la vida, algo de lo que yo, como hijo suyo, era un constante recordatorio.

(Marcos Giralt Torrente, Tiempo de vida, 2010)

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im sorry :(

Aswer

Tema:

El padre del autor y su manera de usar el humor, en forma de ironía, para escapar de situaciones emocionalmente incomodas.

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Resumen:

El padre del autor era una persona tímida y melancólica, pero no era un hombre triste. Tenia un agudo sentido del humor, el cual se basaba en usar la ironía y especialmente la auto-ironía, para escapar a conversaciones incomodas.

Sus bromas y chistes eran demoledores, sin embargo, ocultaban las dudas que él tenia sobre si mismo. En su fuero interior, se consideraba a si mismo como una persona muy sentimental, y por tanto débil. Por eso, usaba el humor como una coraza que lo protegía de hablar de sus sentimientos y emociones. Con el humor, lograba evadir mostrar su verdadero ser.